Horta Sud: una historia que está cambiando el mundo

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Horta Sud, un territorio participativo en la provincia de València.

“Esta es una historia que yo creo que puede cambiar el mundo. Bueno, es una historia que ya está cambiando el mundo. Es la historia de mi pueblo en Totnes, en Devon”. Con esta frase que, sin duda, puede parecer pretenciosa, empieza Rob Hopkins a contarnos el proyecto de transición que emprendieron a mediados de la década del 2000 en esta pequeña ciudad del sureste de Inglaterra. Sólo hace falta escucharlo para darte cuenta tanto que no lo es como que transformar el mundo es posible también en tu barrio, tu pueblo o tu ciudad.

Serà Horta Sud 2030

Con toda la humildad, y también un poco de osadía, empezamos hace poco más de dos años, en plena pandemia, en l’Horta Sud (València) un proyecto que pretende, también, cambiar el mundo: Serà Horta Sud 2030. Y lo hicimos incluso sin conocer la experiencia de Totnes o de muchos otros proyectos de transición, que con el tiempo hemos ido encontrando en nuestro camino y nos han permitido ampliar nuestra visión y mejorar nuestro proyecto compartido. Ahora entramos, pero antes contextualicemos brevemente.

Horta Sud: un territorio con sociedad civil organizada

Mapa de l´Horta Sud, en Valencia
Mapa de Municipios de la Mancomunidad. Cortesía de Fundació Horta Sud

A diferencia de Totnes, con una población en torno a las 10.000 personas y de ámbito rural, l’Horta Sud reúne entre los veinte
municipios que la integran a casi medio millón de personas. Se trata de una comarca metropolitana, pegada a la ciudad de València, con un gran peso industrial y con distintas cicatrices en su territorio producidas por la construcción de grandes infraestructuras de asfalto y cemento por donde históricamente se conectaban e interactuaban los pueblos. Pero l’Horta Sud tiene también una gran virtud: una sociedad civil organizada muy vigorosa.

En los años previos a la pandemia, ya empezábamos a ver como se estaba produciendo una individualización de las demandas
políticas y, también, del modelo de participación ciudadana. Lo evidenciaban los presupuestos participativos, que se convertían en el paradigma de la participación individual, basados en propuestas que mejoran mi vida, sin tener en cuenta el y lo colectivo. Y, sobre todo, sin un trabajo real de participación empoderadora de la ciudadanía ni previo ni posterior al desarrollo de la política pública. También lo evidenciaban las cada vez más recurrentes start-ups que aseguraban que podías cambiar el mundo desde tu sofá solo con un clic.

Soluciones a necesidades urgentes

Aun así, seguía habiendo muchos colectivos que mantenían el contacto con la calle, con el día a día de los vecinos y vecinas, y que también veían con preocupación este proceso. ¿Y luego? Luego llegó la pandemia y todo se paró. Bueno, todo no. Fueron las asociaciones, la ciudadanía organizada, quienes adaptaron su actividad para dar respuesta a las necesidades urgentes de las personas más vulnerables. Y llegar ahí donde ni la administración, ni mucho menos el mercado, podían llegar. Y en este contexto, fue donde vimos que era imprescindible pasar a la acción: juntarnos y, conjuntamente, pasar a la do-ocracy. La democracia del hacer, donde la ciudadanía organizada contribuye al dominio público no sólo votando, sino también participando activamente en el hacer político.

Nos juntamos con asociaciones de distintos ámbitos que trabajan con mirada comarcal y pusimos en común las necesidades que detectamos y como abordarlas. Partimos de una premisa simple, ya expresada en el siglo XIX por el físico británico William Thomson: “lo que no se define, no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”. Luego, se incorporaron al proyecto instituciones públicas, empresas y universidades que compartían la misma visión: establecimos unos ejes iniciales (movilidad sostenible, transición energética, economía sostenible y participación) y empezamos a trabajar.

Los tres niveles de administración, por primera vez juntos.

A los pocos meses de trabajar en el proyecto, y cuando reunimos por primera vez a todas las administraciones competentes para abordar, junto al tejido asociativo, los retos de la comarca de forma sectorial nos encontramos con una declaración de las altas representaciones políticas que nos cambió nuestra manera de ver Serà Horta Sud 2030: ¡nos aseguraron que era la primera vez que se juntaban los tres niveles de administración (local, provincial y autonómica) para confrontar y poner en común las necesidades y la senda a seguir!

Esta afirmación hizo que nos pasase como lo que afirma Rob Hopkins sobre Totnes: “cuando comenzamos la transición, siempre me imaginé que era algo medioambiental, y, realmente, cada vez lo veo más como algo cultural”. Se trata, por lo tanto, no solo de trabajar y poner en valor los cambios políticos conseguidos (que los hay, y muy significativos). Sino también aquellos culturales que tienen que ver con la forma de entender y hacer la política.

L´Horta Sud: grandes cambios en dos años

En poco más de dos años, en l’Horta Sud hemos conseguido, gracias al trabajo conjunto y sin egos, grandes cambios. Ampliar la red ciclista comarcal en más de cuarenta quilómetros (de 100km a más de 140km), la plantación de más de 1.000 árboles o pasar de 7 a 13 municipios que bonifican el IBI a la ciudadanía por la instalación de placas solares, y de 11 a 16 que bonifican el ICIO por el mismo concepto. Pero en l’Horta Sud también hemos conseguido otro cambio: pasar de la política del yo a la política del nosotros y nosotras.

Prueba de ello es el Acord de la Florida: un pacto suscrito por las entidades que conforman Serà Horta Sud 2030 y los seis partidos políticos con competencias de gobierno. El Acord compromete a las formaciones políticas a: facilitar los datos necesarios para el mantenimiento del observatorio, para poder seguir midiendo y mejorando; participar en las iniciativas ciudadanas junto a la sociedad civil; consensuar con las asociaciones vinculadas en la materia las políticas públicas y, finalmente, tener en cuenta y estudiar las propuestas surgidas de la sociedad civil.

Así pues, si algo ha puesto de manifiesto estos años de trabajo conjunto es que no existirá el futuro que queremos si no
reflexionamos y lo construimos entre todas y todos, que la transformación social no se puede separar de la transformación
cultural y que no podemos renunciar a la esperanza. Porque, como decía Noam Chomsky, “si asumes que no existe esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza, pero si asumes que existe un instinto hacia la libertad, entonces existen oportunidades de cambiar las cosas”.

Premios Reimpulso 2023 - Repueblo - Finalistas y autoridades
La Fundació Horta Sud, finalista de los Premios Reimpulso 2023

Serà El Nostre Futur, Serà Horta Sud.

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