Sigüenza, Patrimonio humano y de vida

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Desde pequeña, tenía claro el potencial que tenía “mi pueblo”. Una niña de ciudad, criada en Madrid pero siempre con ese vínculo que me unía a Sigüenza. Aunque con categoría de ciudad, Sigüenza para mí era ese mundo rural donde pasaba muchos fines de semana y los veranos, donde tenía gran parte de mi familia y amigos y, sobre todo, donde tenía esa libertad que la ciudad no me ofrecía.

El pueblo: donde podía salir sin peligros, donde podía pasar largos ratos sin más preocupación que la de llegar tarde a cenar, donde podía disfrutar del campo, de la naturaleza, de salir con la bici a los pueblos cercanos, y disfrutar de todo aquello que la ciudad no me aportaba.

Y digo potencial porque, de alguna manera, algo me decía en mi interior que era un sitio que todo el mundo debería conocer. Todos mis amigos de la ciudad tenían que tener la oportunidad de disfrutar como yo lo hacía, y sus padres tenían que ver lo bonita que era. Ya en aquel momento, no me explicaba por qué no había apenas sitios donde alojarse.

Abriré una casa rural en Sigüenza

Diría incluso que empecé a tener una sensación de querer emprender, de hacer algo para que Sigüenza fuera conocida por todo el mundo. “Cuando sea mayor, voy a abrir una casa rural”, recuerdo que decía a mis padres.

“Cuando sea mayor, voy a abrir una casa rural”, recuerdo que decía a mis padres.

Hoy en día, con los cuarenta ya cumplidos, esa ciudad (“mi pueblo”) es donde vivo, donde trabajo y donde tengo mi proyecto personal de emprendimiento. Sigüenza es a día de hoy candidata a formar parte de la prestigiosa lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Sé que es gracias a esos paisajes de los que tanto disfruté de pequeña. Sin embargo, ahora disfruto enormemente de una manera distinta, consciente de lo que suponen y del gran valor que aportan a un mundo cada vez más antropizado, cada vez más artificial, donde se pierde la esencia y donde todos somos iguales: uno más entre la muchedumbre.

Aquí sé que puedo aportar, sé que las lecciones que he aprendido en la vida, en mis viajes por todo el mundo, pueden servir para ayudar que crezca, sin perder esa esencia que le caracteriza. Sé que el futuro se puede traer al presente, y que en el presente, no se puede vivir siempre del pasado.

Obsesionada por salir a ver mundo, por conocer otros sitios, otras gentes, otras culturas, decidí estudiar Turismo. En cuanto terminé, cumplí uno de mis sueños y me fui a vivir a Irlanda, donde pasé unos años. Seguí viajando, conociendo mundo y aprendiendo idiomas, que es lo que más me gusta, y con casi cuarenta países visitados en la mochila, acabé viviendo en Shanghai (China). Una ciudad cosmopolita y urbana, donde la mezcla de lo antiguo y lo moderno, lo rural y lo urbano, era patente en cada rincón.

Emprender en la Sigüenza Patrimonio

Será por aquello de que “la tierra tira”, a mi vuelta, con esa sensación de empezar de cero, que a mí siempre me pareció tan emocionante como retadora, pero esta vez en mi propio país, decidí apostar por el pueblo. Decidí por darme una oportunidad a mí misma de enfrentarme a un gran cambio, y trasladarme al mundo rural. Surgió una oportunidad laboral que decidí aprovechar, sabiendo que era el empujón que necesitaba para llevar a cabo ese emprendimiento con el que soñaba de pequeña.

Y no, no monté la casa rural que mencionaba a mis padres… Decidí que, por mi formación y experiencia, y por esa pasión por los idiomas y por conocer gente de otros lugares, el mayor valor que podía aportar era trasladar todo ese amor por Sigüenza y su entorno a gente de todo el mundo. Para ello, organizo visitas guiadas en inglés y otros idiomas, para que ese empeño de que «mi pueblo lo tenía que conocer todo el mundo», se convirtiera en una realidad.

Sigüenza elegido como destino para celebrar el Dia del Turismo, gran ejemplo de pueblo dentro del mundo rural.
El secretario de Estado de Turismo pone Sigüenza como ejemplo de destino donde la oferta tiene que ver con la cultura, el patrimonio o la gastronomía.

Agradecida por haber tenido esa oportunidad de cumplir con ese sueño de niña, también veo con ojos de adulto los problemas a los que se enfrenta el mundo rural. En ocasiones, pensamos que el mayor problema de irse a vivir al campo (al pueblo) es no tener cines, teatros, vida cultural o social, como si en las grandes ciudades fuera lo que hacemos cada día.

El problema del mundo rural no es la falta de ocio

La programación cultural de la ciudad donde vivo es tan amplia y variada, que no necesito irme a Madrid, pero aun si ese fuera el caso, lo tengo a una hora y media y si quiero, no tengo ni que coger el coche porque me puedo ir en tren. Pero los problemas del mundo rural son otros.

La falta de servicios, la falta de oportunidades y a la vez, la falta de esa gente preparada y con talento que un día se fue a la ciudad buscando un futuro mejor, se hace acuciante en el día a día. Las administraciones deben poner de su parte, claro está, pero somos nosotros: la gente, el talento, los que nos tenemos que creer que podemos aportar, darle esa oportunidad a los pueblos y no a la inversa. En un mundo globalizado, las necesidades están creadas, las conocemos todos, y en el mundo rural hay mucho por hacer.

Alma inquieta desde niña, no sé si mi futuro estará aquí, pero sí mi presente y apuesto por ello, por poner mi granito de arena. Quiero poder dejar esa huella y aportar todo lo que esté en mis manos. Quizá, si dejáramos de pensar que en el mundo rural no hay oportunidades y le diéramos una oportunidad a él, veríamos las cosas de otra manera.

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