Cuando era estudiante de turismo, en épocas en las que el turismo significaba casi una sola cosa, la opción entre especializarte en agencias de viaje y hoteles era el gran dilema que parecía iba a marcar tu vida para siempre. El mundo ha cambiado mucho desde entonces, también lo ha hecho el turismo, siguiendo una tendencia imparable de personalización, porque ya no todos buscamos lo mismo, ni queremos lo de siempre. Podríamos llamarlo capricho, pero en realidad es el resultado de escucharnos y no conformarnos con el «café para todos» que ha imperado en muchas de las etapas de la vida de los que ya llevamos un tiempo en ella.
Del turismo del sol y playa al turismo rural
He constatado en los últimos años, en los que he tenido la gran suerte de aterrizar en las zonas rurales (a pesar de ser nacida en la playa), que cuando se habla de turismo en estos territorios rurales parece que el objetivo siempre es atraer grandes flujos turísticos, emulando lo que fue aquel sol y playa, que todavía permanece. Aunque empieza a modificar su modelo y que ha hecho tan famoso a nuestro país por ser uno de los territorios con más horas de sol y mejores temperaturas.
Un destino no se hace en un día
Cuando hablamos de éxito de un destino fijamos la vista en grandes ejemplos, casi siempre internacionales, poniéndonos como objetivo llegar a su mismo estatus en un movimiento inmediato porque como es obvio … somos mejores y tenemos mejores recursos, sin entender que la creación de un destino y su marca es algo estratégico que cambia la forma, pero también el fondo en el desarrollo de un territorio.
La creación de destino son palabras mayores, es un proyecto a largo plazo que requiere de mucha coordinación y de muchos cambios de variante para seguir en el camino que ha sido trazado para llegar al objetivo. Confundimos la adecuación de los recursos de un territorio con la creación de destino, porque para que haya una identidad de conjunto no es suficiente con tener destellos cegadores de luz y si es imprescindible que todos los destellos, sin importar su potencia de luz, apunten en la misma dirección.
Nuestro turismo rural tiene alojamientos y establecimientos de primer orden. Tenemos actividades florecientes como el enoturismo que ha irrumpido en las zonas rurales de la mano de la inversión privada para dinamizar sus entornos. Tenemos una riqueza de manufactura y elaboración artesana que sería la envidia de todos esos destinos que lo son, a pesar de haber construido su identidad a base de ideas artificiales, que con empeño y determinación han acabado creando su historia para ser referentes.
Hacerlo bien, no es suficiente
Las ganas de conocer y mostrar son el motor de lo que hoy llamamos turismo rural. ¿Si tenemos tantas cosas que enseñar porque es tan complicado crear destino? ¿por qué no es suficiente con tener buenas instalaciones y tratar muy bien a los que llegan hasta nosotros? La creación de un destino turístico requiere de un plan, de una estrategia, una hoja de ruta que comienza mirando hacia dentro para definir qué queremos ser y donde queremos que nos lleve nuestro desarrollo.
El turismo rural se nutre de los recursos del entorno, no puede ser de otra forma cuando hablamos de sostenibilidad, e indudablemente es la palabra que siempre debe tener presente un territorio cuando plantea su futuro. Hay que olvidar las inmediateces, hay que poner orden, mucho orden, para marcar las pautas de desarrollo que nos hagan conseguir aunar esfuerzos y proyectar alineados nuestros escasos recursos (siempre son escasos porque siempre necesitaríamos más) en pro de un camino definido que no debe desvanecerse con la primera ventisca.
Un destino turístico necesita de iniciativa privada y de coordinación pública, necesita de análisis desde el exterior que nos ayuden a dibujar nuestro lado bueno y nuestro lado malo, con el objetivo de definir una estrategia realista que tenga en cuenta los recursos existentes y los potenciales, pero sobre todo objetivo con lo que se quiere ser y el camino que se quiere recorrer.
Porque definiendo a donde queremos llegar marcamos el camino para dirigirnos a emprendedores que estén buscando su sitio en el mundo, jóvenes que están deseando salir a estudiar para luego volver y sumarse a esa travesía, se abren oportunidades a personas que nunca pensaron que sus artes tuvieran cabida como modo de vida, … muchas posibilidades, infinitas, que necesitan un proyecto con el que sentirse identificadas.
Crear un destino es en definitiva definir un mensaje, porque ese mensaje es el que tiene que transmitirse con palabras, imágenes y acciones. Nadie mejor que nosotros para dejar claro todo nuestro potencial, nadie mejor que nosotros para transmitir quien somos y cuál es nuestro proyecto de futuro a largo plazo.
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